sábado, 9 de febrero de 2013


VOLVER AL PADRE
(Reflexiones de Cuaresma. Parte I)



En el camino hacia la Pascua, la Iglesia cuenta con el tiempo de Cuaresma, por medio del cual, el Pueblo de Dios se encamina con Cristo y en Cristo para llegar al centro del año litúrgico y de la propia fe: el Triduo Pascual contemplando a Cristo muerto y resucitado. La Cuaresma es entonces, para la Iglesia toda, un tiempo valioso de preparación y de oportunidad para sumergirse en el conocimiento y la experiencia viva del amor del Padre, animada por palabras y actitudes claves como la oración, el ayuno, la limosna, la reconciliación, la penitencia, el camino por el desierto de la vida, siendo así un tiempo rico en significados, celebraciones, propicias para el encuentro con Dios.

Por tanto, es necesario, en el itinerario cuaresmal, vivir personalmente y en comunidad todo cuanto en este tiempo se nos propone y aprovechar con diligencia todo lo que en este tiempo de gracia se nos otorga para adentrarnos más en el misterio del amor divino y vivir con creciente entusiasmo y madurez espiritual los momentos cruciales de la historia de la salvación, celebrados en el llamado Triduo Pascual, en el que vivimos nuevamente y año a año la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Estamos llamados a  celebrar cada momento, festejar con una sola alma y un solo corazón el amor del Padre, manifiesto en la entrega total, libre y redentora del Hijo, animados siempre por el Espíritu Santo.

¿Cómo vivir la cuaresma? Hace unos días, una amiga muy querida me lo pregunto, yo no tenía una respuesta tan a la mano; sin embargo, lo primero que se me vino a la mente fue el tantas veces apreciado pasaje de la parábola del Padre Misericordioso (ver Lc 15, 11-32). Es que el tiempo de Cuaresma es tiempo propicio para volver al Padre, regresar a las fuentes del amor, acompañados del Divino Maestro y Pastor que nos muestra el corazón de Dios de una forma magistral. Un volver al Padre, una y otra vez, a sacar aguas con gozo de las fuentes de la salvación, contemplando y viviendo al que nos amó y se entregó por nosotros (Cf. Gál 2, 20). Al fin, la cuaresma nos prepara para la vivencia del Triduo Pascual, el misterio central de nuestra fe. Para sumergirnos más libremente en ese amor que se nos da gratis a través de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, es necesario liberarse, salir de sí mismo, por lo que la Madre Iglesia nos invita a ejercitarnos con la oración, el ayuno y la limosna, ¿Son acaso métodos accesorios o rituales? Más que eso, se nos invita a la vida, a abrir las puertas al amor. Por ello, les invito a reflexionar conmigo en estas ofertas que nos ayudarán a ser más hermanos, a tener mente, voluntad y corazón en sintonía con Dios.


¿QUÉ CENIZAS QUIERES PARA MÍ, SEÑOR?

- Que te detengas un poco y revises tu vida.
- Que veas en todo hombre un hermano sin discriminación.
- Que mires de frente tus pecados y te arrepientas.
- Que no te desanimes nunca: Yo estoy contigo.
- Que colabores en la construcción de un mundo mejor.
- Que no te venza la comodidad y la codicia.
- Que evites los gastos superfluos.
- Que me extrañes y quieras estar conmigo.
- Que sostengas con tu aporte las obras de caridad.
- Que ofrezcas tu tiempo para ayudar a los demás.
- Que te desprendas de tantas cosas que no usas.
- Que siembres esperanzas y paz a tu alrededor.
- Que superes la rutina, el formalismo, la mediocridad.
- Que prefieras servir a ser servido.
- Que te dejes seducir por mi amor misericordioso.

Gracias, Señor porque por el ayuno me purificas, por la limosna me liberas y por la oración me llenas de ti. Porque me das la oportunidad de pedirte perdón, de volver a ti, de llamarte Padre y de tener a Jesús, tu Hijo, como hermano, Señor y Maestro; “el camino que nos conduce a ti, la verdad que nos hace libres y la vida que nos colma de alegría” Amén.

¡Buena y santa cuaresma, el Padre nos espera, él nos ha dado el camino!

José Miguel, novicio paulino

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