martes, 5 de febrero de 2013


MADRE TECLA
como una blanca paloma



Eran los inicios de la Familia Paulina allá por la segunda década del siglo XX. Hacía poco tiempo, el beato Santiago Alberione había dado comienzo a la Sociedad de San Pablo con un grupo de jovencitos. Sin embargo, la visión profética del Fundador tenía en su mente, voluntad y corazón un proyecto osado: llamar a la mujer para consagrarse activamente en el apostolado evangelizador con los medios de comunicación. Fue así, como en 1915 reunió a un grupo de muchachas muy animosas, entre ellas, una joven de sonrisa especial y de vivaz apertura a la voluntad de Dios: Teresa Merlo.

A sus 21 años, Teresa no comprendía bien qué le pedía Dios para su vida. Una joven que por delicada salud no había iniciado grandes empresas, ahora estaba al frente de una; la caracterizó en el trabajo su confianza al Fundador y el espíritu de obediencia. Años más tarde, recibió como nombre nuevo el de Tecla, en honor a la colaboradora más activa de san Pablo, con ello le llegó la responsabilidad de ser la primera superiora general de las llamadas Hijas de San Pablo (conocidas hasta hoy como paulinas).

Las primeras religiosas del mundo en manejar motocicleta, mujeres trabajadoras y evangelizadoras que iban de puerta a puerta a llevar el Evangelio, a difundir los libros. Las primeras religiosas que, intrépidamente hacían jornadas del Evangelio, atendían librerías, manejaban dinero. Madre Tecla nunca perdería su vivacidad y su sonrisa, seducida por la Palabra de Dios, por la presencia de Dios en su vida, dio todo lo que tenía hasta el final.

Recorrió el mundo junto con don Alberione, animaba a sus hijas espirituales para redoblar fuerzas, ayudaba a los padres y hermanos paulinos en sus necesidades para abrir nuevos puntos de misión. Como una blanca paloma, Madre Tecla dio gloria a Dios y paz a los hombres, irradiando la alegría misionera, una mujer que interpretó la presencia de Pablo como religiosa, como testigo del Evangelio en el siglo XX. El 5 de febrero de 1964 entregó su vida al Creador. P. Alberione inició su causa de beatificación, la cual continúa en pie.

Nov. José Miguel Villaverde Salazar, ssp

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