MADRE TECLA
como una blanca paloma
Eran los inicios de la Familia
Paulina allá por la segunda década del siglo XX. Hacía poco tiempo, el beato
Santiago Alberione había dado comienzo a la Sociedad de San Pablo con un grupo
de jovencitos. Sin embargo, la visión profética del Fundador tenía en su mente,
voluntad y corazón un proyecto osado: llamar a la mujer para consagrarse
activamente en el apostolado evangelizador con los medios de comunicación. Fue
así, como en 1915 reunió a un grupo de muchachas muy animosas, entre ellas, una
joven de sonrisa especial y de vivaz apertura a la voluntad de Dios: Teresa
Merlo.
A sus 21 años, Teresa no
comprendía bien qué le pedía Dios para su vida. Una joven que por delicada
salud no había iniciado grandes empresas, ahora estaba al frente de una; la
caracterizó en el trabajo su confianza al Fundador y el espíritu de obediencia.
Años más tarde, recibió como nombre nuevo el de Tecla, en honor a la
colaboradora más activa de san Pablo, con ello le llegó la responsabilidad de
ser la primera superiora general de las llamadas Hijas de San Pablo (conocidas
hasta hoy como paulinas).
Las primeras religiosas del mundo
en manejar motocicleta, mujeres trabajadoras y evangelizadoras que iban de
puerta a puerta a llevar el Evangelio, a difundir los libros. Las primeras
religiosas que, intrépidamente hacían jornadas del Evangelio, atendían librerías,
manejaban dinero. Madre Tecla nunca perdería su vivacidad y su sonrisa,
seducida por la Palabra de Dios, por la presencia de Dios en su vida, dio todo
lo que tenía hasta el final.
Recorrió el mundo junto con don
Alberione, animaba a sus hijas espirituales para redoblar fuerzas, ayudaba a
los padres y hermanos paulinos en sus necesidades para abrir nuevos puntos de
misión. Como una blanca paloma, Madre Tecla dio gloria a Dios y paz a los
hombres, irradiando la alegría misionera, una mujer que interpretó la presencia
de Pablo como religiosa, como testigo del Evangelio en el siglo XX. El 5 de
febrero de 1964 entregó su vida al Creador. P. Alberione inició su causa de
beatificación, la cual continúa en pie.
Nov. José Miguel Villaverde Salazar, ssp
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