miércoles, 27 de febrero de 2013


JESÚS, EL APASIONADO POR EL REINO DE DIOS
- Su pasión, motivo de consagración I parte -





Resulta sorprendente una y otra vez tener en cuenta que Jesús fue laico, sí, un laico judío que vivió la fe enseñada por sus padres y que no perteneció a la casta sacerdotal como sí pertenecía Juan el Bautista.
Nació en un entorno aldeano, en un pequeño poblado llamado Nazaret y de María y de José aprendería a orar como lo hacían los judíos. Nada tenía que ver Jesús con las antiguas realidades monásticas veterotestamentarias; sin embargo, había algo que lo relacionaba con ellas: la consagración al Padre.

No llevaba en su apariencia ni en su proceder el ritmo ascético de los Nazareos, que se apartaban de los suyos para dedicar la vida a Dios y rechazar rotundamente la idolatría; Jesús se haría cercano a los hermanos, comería con ellos en cuanto banquete hubiese, entrando a la intimidad de quien desease la salvación, Jesús rechazaría la idolatría del egoísmo, de la apariencia ritual.

Su vida tuvo cierta similitud con la de los que conformaban las comunidades proféticas de la época davídica; sin embargo, Jesús iba más allá del anuncio futuro de la llegada del Mesías o de la denuncia política ante el desequilibrio del pueblo; para él el Reino de Dios, ya había llegado, era preciso manifestarlo a todos, sin excepción. Hablaba de un Reino de Dios donde solo Dios era el único merecedor de ser llamado Padre, un Reino donde nadie estaba excluido, inserto en la realidad cotidiana.


No fue un recabita que se preservara vehementemente de la contaminación a causa de las infidelidades del pueblo, no vivió en el desierto sino solo cuarenta días para escuchar la voz de su Padre y el clamor de sus hermanos, regresó a la Galilea a llamar a todos por calles y plazas. Si practicó la continencia, si fue un pobre mendicante sin casa fija donde dormir u obediente a la voluntad del Padre, no fue ni para ser solo signo visible de conversión ni porque necesitase expiar culpas como los terapeutas.

Sin embargo, estas formas de vivir la dedicación a Dios tienen mucho de él: renuncias y nuevas opciones de vida, radicalidad para vivir un ideal, mirada fija en el Padre Dios ¿Dónde está la mayor diferencia? La pasión de Jesús de Nazaret por cumplir la voluntad del Padre y de hacer presente en la vida de sus hermanos los hombres que el Reino de Dios había llegado y decirle a cada uno “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc 19, 9)
(continuará)

José Miguel, novicio ssp



lunes, 25 de febrero de 2013


EN EL DESIERTO LE HABLARÉ AL CORAZÓN



Poco a poco se iba instaurando una tregua entre la antigua Roma y la naciente Iglesia católica. Progresivamente, los cristianos dejaban la clandestinidad de las catacumbas para reunirse en lugares más adecuados para el culto ¿Qué pasaría ahora, luego de que la sangre de los mártires sembrase la fe entre los nuevos creyentes?

Entrar en Roma, significó para la fe un gran paso, pero también un inevitable choque entre las costumbres que ambas ofrecían. Por una parte, la “Ciudad eterna” ofrecía una vida relajada, ostentosa, de Imperio (aunque la crisis sobrevendría pronto); en la otra arista, la “Ciudad de Dios”, la naciente Iglesia, ofrecía una vida escatológica y profética que anunciaba la inminente llegada del Mesías de la humanidad y que aquello implicaba un cambio rotundo de vida.

Como todo choque, hubo heridos, varios cristianos se adecuaron a la vida relajada y no poco libertina, aquello hizo que el Espíritu de Dios comenzase a inspirar en algunos la “fuga mundi”, el retirarse de la viciada cotidianeidad en busca de un camino de mayor perfección ¿A dónde? Al desierto, siguiendo la voz profética que decía: “Yo la llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2, 14)

Así, Pablo de Tebas, Antonio, Pacomio, Simeón y otros comenzarían el camino, se veía ya decidido por el Espíritu Santo un camino de mayor perfección en el amor, a Dios y a los hermanos.
(Continuará…)

José Miguel, novicio ssp

sábado, 23 de febrero de 2013


VOLVER AL PADRE
(Conversaciones en Cuaresma, IV parte)



ORACIÓN. ENCUENTRO CON EL AMOR.

“…Cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará”. (Mt 6, 6)

Dice santa Teresa de Jesús, que orar es “tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama", magnífica definición para invitarnos a la reflexión. ¿Cuándo amamos a alguien si no es con el encuentro, con la experiencia personal con ese alguien? Es necesario pues un momento especial para dedicarlo a Dios, aquel a quien sabemos que nos ama. Santa Teresita, por su parte, nos dice: “La oración es un impulso del corazón, una simple mirada lanzada hacia el cielo, un grito de gratitud y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría”. Andamos muy ocupados; nuestras agendas, quizá, andan apretujadas de cosas, incluso de “cosas de Dios”. Algunos podríamos hablar de Dios toda la vida, pero huir al que Dios nos hable.

Y sin embargo, Dios está allí, esperándonos en el Sagrario, en la Palabra, en un momento de quietud, incluso saliendo a nuestro encuentro en algún momento del día ¿Para qué? Para darnos su amor. Más que una penitencia, el orar nos va suavizando el corazón, poniéndolo “a punto” para experimentar la resurrección, para transmitirnos la gracia, para aliviar nuestros cansancios. Hemos purificado nuestro interior con el ayuno, nos hemos liberado de lo exterior con la limosna, es momento -siempre es momento- de hacer una pausa para mirar al Cielo y trascender nuestro yo abriéndonos al otro, para abandonarnos en Dios, para mirarlo y más aún, sentir su mirada. Quizá la lectio Divina, tan difundida hoy en día, una visita a la capilla del Santísimo, un rosario contemplando la naturaleza, ¡o el trabajo bien hecho y hecho con alegría! sean buenos espacios de encuentro con nuestro Dios amor.

Ayuno, limosna y oración, “ayudas” que, como fruto del esfuerzo humano y acompañadas siempre por la gracia, nos ayudarán sin duda a recibir con mayor alegría a Cristo Resucitado. Levantémonos, volvamos una vez más a la casa del Padre que nos espera siempre con los brazos abiertos para amarnos.

PARA ENTENDER LA ORACIÓN
Había pedido a Dios FUERZA para triunfar;
Él me ha dado FLAQUEZA para que aprenda a obedecer con humildad.
Había pedido SALUD para realizar grandes empresas;
me ha dado ENFERMEDAD para que haga cosas mejores.
Deseé la RIQUEZA para llegar a ser dichoso;
me ha dado POBREZA para que alcance la sabiduría.
Quise PODER para ser apreciado de los hombres;
me ha concedido DEBILIDAD a fin de que llegara a tener deseos de Él.
Pedí un COMPAÑERO para no vivir solo;
me dio un CORAZÓN para que pudiera amar a todos los hermanos.
Anhelaba COSAS que pudieran alegrar mi vida;
me dio la VIDA para que pudiera gozar de todas las cosas.
No tengo NADA de lo que he pedido;
pero he recibido TODO lo que había esperado.
Porque, sin darme cuenta, mis plegarias no formuladas han sido escuchadas.
Yo soy, de entre todos los hombres, el más rico.
(Anónimo)

José Miguel, novicio ssp

miércoles, 20 de febrero de 2013

ESE SILENCIO

Existe un silencio nebuloso,
en el que siento que no te siento,
en el que te busco con ansias
y tan solo me quedo con lo que es efímero,
con lo que más aumenta mi sed...

Ese silencio que perturba,
que me empuja a llenar de ruidos el corazón,
ese silencio donde siento que no te siento,
cuando veo mi vida caer...

Te anhelo, te ansío, te necesito
y, sin embargo, vivo como si no te anhelara,
te busco velado en lo que no eres tú,
creo dioses falsos que reclaman de mí siempre más
y me dejan más sediento...

Vuelvo con miedo a ese silencio...
retorno a las fuentes de la vida,
allí estás tú,
allí me estás hablando
en esa presencia en la ausencia tú me vuelves a hablar
y te digo: gracias, Amado.

Amén

(Hno. Pablo de Lima)



martes, 19 de febrero de 2013


ÉSTE ES EL GRUPO QUE BUSCA AL SEÑOR
La vida consagrada, un fenómeno histórico



La vida consagrada a Dios no es un fenómeno exclusivamente  cristiano, esto es históricamente comprobable al momento de fijar la mirada en el mundo antiguo pre-cristiano con los budistas, por ejemplo.
Una de las más antiguas expresiones de vida consagrada la encontramos en el monaquismo, los monjes de las grandes religiones que vivían un estilo de vida distinto al ordinario y que adoptaban una regla común, apartados de todo.

Ante este fenómeno más universal de lo que se pensaba, hemos de preguntarnos ¿adoptó el cristianismo las costumbres de vida consagrada de los monjes y la adaptó o es que hay una raíz común en lo que respecta al monaquismo?

Las opiniones son distintas y divididas. Ciertamente, la que más me llamó la atención fue la que postula que en sí, el hombre es un ser monástico, que vivió los primeros tiempos de su existencia en soledad hasta que se encontró con la necesidad de agruparse.

La vivencia en soledad es pues un fenómeno antropológico que se ha ido revistiendo de diversos matices religiosos en todas las culturas. Comparto aquí las características que nos pueden ilustrar sobre la vida monacal en diversas religiones y que guardan gran similitud, teniendo en cuenta que no podemos perder de vista que el monacato es el estilo de vida primitivo de la vida consagrada.

·         Una primera característica del monacato es la organización de la vida separada del mundo y la sociedad.
·         La segunda característica que sería como una consecuencia de la primera, sería la continencia o virginidad
·         La tercera, la preeminencia concedida a la oración.
·         La cuarta, ciertas prácticas penitenciales que comportan austeridad y momentos de sacrificio personal (ayuno, abstinencia, mortificación).
·         La quinta es la sujeción a una regla de vida.
·         Sexta característica, sumisión a un superior.
·         Séptima es la pobreza que implica el despojo de los bienes materiales para vivir en la mendicidad del propio trabajo cuyos frutos se ponen en común.
·         Octava, es un tiempo de iniciación, a fin de que el candidato se instruya y demuestre capacidades de poder llevar adelante este estilo de vida.
·         Noveno, un nombre nuevo.
·         Décimo, la vestimenta distinta o hábito, en algunas partes se incluye la tonsura, fin de distanciamiento moral.
·         Undécimo: Sistema penitencial para quienes quebrantan las normas de conducta del grupo.

Aún así, la vida consagrada, comenzada en el estilo monacal en el cristianismo tiene sus propias características y un fin totalmente diverso al de las otras religiones y, sin duda tiene muchas riquezas qué explorar y de las cuales edificarnos para un mejor seguimiento de Cristo como consagrados. De ello seguiremos compartiendo en las siguientes publicaciones.

José Miguel, novicio ssp


lunes, 18 de febrero de 2013


VOLVER AL PADRE
(Conversaciones de Cuaresma III parte)


LIMOSNA. SALIR DE SÍ MISMO
Si un hermano o una hermana están desnudos y les falta la comida diaria, y alguno de ustedes les dice: "Vete en paz, caliéntate y sáciate", pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma. (St 2, 15-17)

Siguiendo con el ritmo que nos invita a tomar el ayuno, ahora nos toca hablar de la limosna. Limosna que es más que dar de lo que nos sobra y, más aún, que el dar con lástima. Pablo nos dice en su himno a la caridad: “Podría dar en limosna todo lo que tengo y aun así dejarme quemar vivo, pero si no tengo amor de nada me sirve” (1Co 13, 3), una afirmación certera que nos dice que incluso las obras, sin rectitud de intención y sin amor, no tienen sentido. Es más fácil dar los céntimos que tenemos en los bolsillos, incluso importantes cheques o apadrinar actividades benéficas, pero son ¿para satisfacer la conciencia nada más? ¿Dónde queda el amor al hermano del que a veces nos llenamos la boca?
Nuestro Padre Dios va más allá, nos pide “dar hasta que duela” (S. Alberto Hurtado), dar todo con amor, quizá no dinero, no solo ropa y comida para los que sufren, sino nuestro tiempo, nuestra dedicación a los demás, nuestra escucha, nuestro consejo, nuestra sonrisa. Quizá somos los eternos benefactores de los de afuera y en casa no somos capaces de sentarnos a saber qué necesitan los nuestros.  Jesús está en todos los que nos llamamos humanos, especialmente en los que más sufren, quizá por pan, quizá por amor. Limosna, santa limosna, que nos hará más libres, que nos hará acumular tesoros allá arriba, donde no son corroídos por nada (Cf. Mt 6, 20).

CUANDO DES LIMOSNA
Cuando des limosna…recuerda, es Cristo quien la recibe.
Cuando debas perdonar, es a Cristo a quien abrazas.
Cuando dejes la televisión por escuchar, es a Cristo con quien te sientas a conversar.
Cuando dejes internet para caminar con tu hermano y hermana, es con Cristo con quien “pierdes el tiempo”, si es que a eso le llamas perder el tiempo.
Cuando te calles el defecto ajeno y sonrías, es a Cristo a quien imitas.
Cuando dejes de leer el diario para dar un consejo, es a Cristo a quien le prestas tu voz y tus oídos.
Cuando tengas que hablar de Dios y te esté venciendo el cansancio, es a Cristo a quien acompañas en el Monte.
Cuando partas tu pan con quien tiene hambre, cuando des de lo poco que tienes, es a Cristo a quien das tu amor.
Cuando abras los brazos para abrazar con amor, incluso al que te hizo daño, es a Cristo a quien das, es a Cristo a quien te entregas, es a Cristo a quien recibes.
Limosna es dar a Cristo, con Cristo y a Cristo, para recibir a Cristo, para ser más hermano, para convencerte que tú y el otro, son hijos amados de Dios.

Nov. José Miguel Villaverde Salazar, ssp

miércoles, 13 de febrero de 2013


VOLVER AL PADRE
(Conversaciones para cuaresma II parte)
El ayuno



Durante este tiempo  de Cuaresma, resuena en nosotros, con mayor fuerza, la llamada a la conversión y junto a esa llamada  se nos dan tres “ayudas” fundamentales para reforzar nuestra opción por “Revestirnos del hombre nuevo” (Cf. Ef 4, 24). Estas “ayudas” son el ayuno, la limosna y la oración. El ambiente cuaresmal suele a veces pasar por triste o lleno de privaciones, pero ¿no será el mejor momento para hacer silencio en medio de la bulla y darnos un tiempo para nosotros y para el Señor y así estar prontos a experimentar al Resucitado en nosotros? Aquí les proponemos un breve itinerario con estas tres “armas”. Solo una cosa es necesaria: querer hacerse uno con Cristo, el de los Evangelios, el que dio la vida por amor.

AYUNO. Liberación

“El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos;  partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne” Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: “Aquí estoy.” (Is 58, 6-9)

Es desconcertante pensar en el ayuno que conocemos y el ayuno que más le agrada al Señor. A menudo nos esforzamos por cumplir la regla y no comer bien ni el Miércoles de Ceniza ni el Viernes Santo, días en que la Iglesia prescribe el ayuno. Nos afanamos por no comer ni una pizca de carne los viernes, pensando que estamos haciendo el acto más heroico de nuestras vidas. Sin embargo, yendo a las Sagradas Escrituras, nos damos de cara con la voluntad de Dios, Él nos pide más misericordia y no solo sacrificios corporales, que pueden ser buenos pero no son lo más importante, sino que quiere más amor concreto que acciones que pueden quedarse tan solo en nosotros.

El pasaje de Isaías, que precede la reflexión, nos habla de una serie de actos que Dios nos propone como verdadero ayuno; cosas cotidianas que a veces las dejamos pasar, pero que para Dios son más valiosas que sacrificios externos que no valen nada si no están acompañados de recta intención. Lo más maravilloso de esta palabra de Dios para nosotros es que estos actos van acompañados de una esperanzadora bienaventuranza: “Romperá tu luz como la aurora…”. A menudo en nuestra vida de fe, vamos luchando con los defectos que nos aquejan, con las tristezas y pesadumbres que nos traen nuestras cruces y heridas, pocas veces encontramos solución, pero en este tiempo de gracia el Señor nos da miles de soluciones, a través del camino del ayuno verdadero, del salir de uno mismo, del dejar aquello que nos guste, aunque sea bueno y laudable, pero no para quedarnos en nosotros mismos, sino para salir al encuentro del otro.

Comer menos, sí; no ver televisión, excelente; conversar menos con la vecina, hace mucho bien; dejar un poco el chat, por supuesto; pero que todo eso que hagamos sea para dar más fruto, para purificar nuestro interior, aprender a dominarnos y servir mejor al hermano. Dice san Bernardo: “Se debe ayunar más de los vicios que de los manjares”. Muy sabio, pero podríamos añadirle: “ayunar de los vicios para dedicarnos a un vicio que no enferma: el hacernos prójimos del otro, hacer una pausa para ver a quienes sufren tanto o más que nosotros”. Cuando experimentemos el salto de nosotros mismos al hermano, cuando mostremos misericordia, más que sacrificios, podremos experimentar el don de Dios más abiertamente, un don que él ya nos tiene deparado.

ORACIÓN PARA AYUNAR
Líbrame, Señor, de todo afecto que me aleje de ti,
Líbrame del buen comer, de los deseos justos e injustos que inundan mi vida,
Ayúdame a ser libre, sin ataduras, para así alabarte mejor.
El ayuno que me pides se traduce en amor y por ese amor el dejarlo todo por ti.
Que mi ayuno no sea solo exterior, pensando que con solo actos, suplo mi deber de hijo, de hermano, de cristiano.
Vacíame de los manjares de mis vicios, lléname del anhelo de estar contigo.
Vacíame de la sed de ser importante, lléname del saberme amado por ti.
Vacíame de la saciedad producida por las modas y la comodidad, lléname de tu corazón compasivo con el otro que sufre más que yo.
Vacíame del regocijo de vivir en mi mundo, lléname de tu amor para saber que el que está enfrente es mi hermano.
Vacíame de todo, lléname de ti; que quede en libertad, para amarte a ti.

Amén.

José Miguel, novicio paulino

sábado, 9 de febrero de 2013


VOLVER AL PADRE
(Reflexiones de Cuaresma. Parte I)



En el camino hacia la Pascua, la Iglesia cuenta con el tiempo de Cuaresma, por medio del cual, el Pueblo de Dios se encamina con Cristo y en Cristo para llegar al centro del año litúrgico y de la propia fe: el Triduo Pascual contemplando a Cristo muerto y resucitado. La Cuaresma es entonces, para la Iglesia toda, un tiempo valioso de preparación y de oportunidad para sumergirse en el conocimiento y la experiencia viva del amor del Padre, animada por palabras y actitudes claves como la oración, el ayuno, la limosna, la reconciliación, la penitencia, el camino por el desierto de la vida, siendo así un tiempo rico en significados, celebraciones, propicias para el encuentro con Dios.

Por tanto, es necesario, en el itinerario cuaresmal, vivir personalmente y en comunidad todo cuanto en este tiempo se nos propone y aprovechar con diligencia todo lo que en este tiempo de gracia se nos otorga para adentrarnos más en el misterio del amor divino y vivir con creciente entusiasmo y madurez espiritual los momentos cruciales de la historia de la salvación, celebrados en el llamado Triduo Pascual, en el que vivimos nuevamente y año a año la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Estamos llamados a  celebrar cada momento, festejar con una sola alma y un solo corazón el amor del Padre, manifiesto en la entrega total, libre y redentora del Hijo, animados siempre por el Espíritu Santo.

¿Cómo vivir la cuaresma? Hace unos días, una amiga muy querida me lo pregunto, yo no tenía una respuesta tan a la mano; sin embargo, lo primero que se me vino a la mente fue el tantas veces apreciado pasaje de la parábola del Padre Misericordioso (ver Lc 15, 11-32). Es que el tiempo de Cuaresma es tiempo propicio para volver al Padre, regresar a las fuentes del amor, acompañados del Divino Maestro y Pastor que nos muestra el corazón de Dios de una forma magistral. Un volver al Padre, una y otra vez, a sacar aguas con gozo de las fuentes de la salvación, contemplando y viviendo al que nos amó y se entregó por nosotros (Cf. Gál 2, 20). Al fin, la cuaresma nos prepara para la vivencia del Triduo Pascual, el misterio central de nuestra fe. Para sumergirnos más libremente en ese amor que se nos da gratis a través de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, es necesario liberarse, salir de sí mismo, por lo que la Madre Iglesia nos invita a ejercitarnos con la oración, el ayuno y la limosna, ¿Son acaso métodos accesorios o rituales? Más que eso, se nos invita a la vida, a abrir las puertas al amor. Por ello, les invito a reflexionar conmigo en estas ofertas que nos ayudarán a ser más hermanos, a tener mente, voluntad y corazón en sintonía con Dios.


¿QUÉ CENIZAS QUIERES PARA MÍ, SEÑOR?

- Que te detengas un poco y revises tu vida.
- Que veas en todo hombre un hermano sin discriminación.
- Que mires de frente tus pecados y te arrepientas.
- Que no te desanimes nunca: Yo estoy contigo.
- Que colabores en la construcción de un mundo mejor.
- Que no te venza la comodidad y la codicia.
- Que evites los gastos superfluos.
- Que me extrañes y quieras estar conmigo.
- Que sostengas con tu aporte las obras de caridad.
- Que ofrezcas tu tiempo para ayudar a los demás.
- Que te desprendas de tantas cosas que no usas.
- Que siembres esperanzas y paz a tu alrededor.
- Que superes la rutina, el formalismo, la mediocridad.
- Que prefieras servir a ser servido.
- Que te dejes seducir por mi amor misericordioso.

Gracias, Señor porque por el ayuno me purificas, por la limosna me liberas y por la oración me llenas de ti. Porque me das la oportunidad de pedirte perdón, de volver a ti, de llamarte Padre y de tener a Jesús, tu Hijo, como hermano, Señor y Maestro; “el camino que nos conduce a ti, la verdad que nos hace libres y la vida que nos colma de alegría” Amén.

¡Buena y santa cuaresma, el Padre nos espera, él nos ha dado el camino!

José Miguel, novicio paulino

martes, 5 de febrero de 2013


MI IDENTIDAD RELIGIOSA
(Tercera parte)





MADRE TECLA
como una blanca paloma



Eran los inicios de la Familia Paulina allá por la segunda década del siglo XX. Hacía poco tiempo, el beato Santiago Alberione había dado comienzo a la Sociedad de San Pablo con un grupo de jovencitos. Sin embargo, la visión profética del Fundador tenía en su mente, voluntad y corazón un proyecto osado: llamar a la mujer para consagrarse activamente en el apostolado evangelizador con los medios de comunicación. Fue así, como en 1915 reunió a un grupo de muchachas muy animosas, entre ellas, una joven de sonrisa especial y de vivaz apertura a la voluntad de Dios: Teresa Merlo.

A sus 21 años, Teresa no comprendía bien qué le pedía Dios para su vida. Una joven que por delicada salud no había iniciado grandes empresas, ahora estaba al frente de una; la caracterizó en el trabajo su confianza al Fundador y el espíritu de obediencia. Años más tarde, recibió como nombre nuevo el de Tecla, en honor a la colaboradora más activa de san Pablo, con ello le llegó la responsabilidad de ser la primera superiora general de las llamadas Hijas de San Pablo (conocidas hasta hoy como paulinas).

Las primeras religiosas del mundo en manejar motocicleta, mujeres trabajadoras y evangelizadoras que iban de puerta a puerta a llevar el Evangelio, a difundir los libros. Las primeras religiosas que, intrépidamente hacían jornadas del Evangelio, atendían librerías, manejaban dinero. Madre Tecla nunca perdería su vivacidad y su sonrisa, seducida por la Palabra de Dios, por la presencia de Dios en su vida, dio todo lo que tenía hasta el final.

Recorrió el mundo junto con don Alberione, animaba a sus hijas espirituales para redoblar fuerzas, ayudaba a los padres y hermanos paulinos en sus necesidades para abrir nuevos puntos de misión. Como una blanca paloma, Madre Tecla dio gloria a Dios y paz a los hombres, irradiando la alegría misionera, una mujer que interpretó la presencia de Pablo como religiosa, como testigo del Evangelio en el siglo XX. El 5 de febrero de 1964 entregó su vida al Creador. P. Alberione inició su causa de beatificación, la cual continúa en pie.

Nov. José Miguel Villaverde Salazar, ssp

ORACIÓN EN UN LINDO DÍA DE LLUVIA


"Amado Señor,
dame la disponibilidad para la prueba,
para poder soportar los días grises 
y así disfrutar de la lluvia, de tu vida que me renueva,
que penetra en el fondo de mi corazón.

Que no tema abrirme a los demás, no por reafirmarme,
sino porque en ello te veo a ti;
porque siendo más hermano vivo el Reino de Dios.

Permite, Maestro y Pastor, que vaya conociendo el amor gratuito,
que vaya dando saltos de libertad
que formen mi persona para dar la vida,
para subir un día a la cruz e inmolarme como hostia viva...

donde tú quieras, como lo quieras, porque tú lo quieras, lo que tú quieras...

Amén".

(Hno. Pablo de Lima)