POR GRACIA DE DIOS, UN HOMBRE NUEVO
Pablo, el último apóstol
Caídas del caballo, luces
intensas, un hombre orgulloso que se vuelve ciego, voces que vienen de lo alto:
todo un conjunto de emotivo significado que vale la pena pensar, orar y
agradecer. Saulo, joven fariseo, había sido educado con los mejores maestros
del judaísmo y así había conseguido ser reconocido como un judío intachable y
respetado. Cuál habría sido su pesar cuando supo que un grupo de personas
comenzaban a hablar de un Mesías llamado Jesús, que murió y que
inexplicablemente había resucitado.
Con el crecimiento de aquel grupo, iba
creciendo la incomodidad del autosuficiente Saulo, lo cual le hizo tomar
acciones. San Lucas nos muestra la ira de Saulo: los persiguió a muerte, no
sabemos realmente cómo; sin embargo, nada detenía sus sentimientos de ira
contra aquellos que hablaban de un modo distinto de Dios.
He ahí la sorpresa, con
grandiosidad el evangelista nos muestra el encuentro, sí, es el Resucitado, la
presencia siempre renovadora que le da la luz, que le deslumbra y le enceguece.
No sabemos a ciencia cierta cómo fue todo el proceso de conversión de aquel
hombre, pero lo cierto es que después de ese encuentro, Saulo no era el mismo,
había acabado el mundo del Saulo fariseo, orgulloso, perseguidor…comenzaba a
nacer el hombre nuevo. ¿Un día? ¿Un mes? ¿Un año? Ignoramos cuánto le costaría
terminar aquella era para comenzar otra, como cristiano, como hombre de fe
nueva y revestido de Cristo.
Saulo no fue más Saulo, eligió
ser Pablo, el pequeño, el último apóstol, el “aborto de Dios”, y con no poco
esfuerzo se fue haciendo hermano universal, el pionero en las misiones fuera
del territorio judío. Pablo, el converso, dejó las armas y las sinagogas para
tomar la pluma y escribir, para hacer de su cuerpo templo del Espíritu Santo y
entregarlo así, sin medida, a la causa del Evangelio, sin miedo a morir, con la
total convicción de que es en Cristo en quien halla la fuerza para su
debilidad, la gracia para ser feliz.
Un gran hecho, marca un gran
hombre: Pablo no hubiera sido quien fue si no se hubiera encontrado de frente
con Dios, con el resucitado, toda vocación nace de la experiencia personal con
Él. Si no hubiera perdido la vista para descubrir lo hermoso que es ver la
presencia del Señor, si no se hubiera dejado tocar por la gracia transformadora
de Dios, la historia hubiese sido diferente. Hoy, como jóvenes paulinos,
estamos llamados a valorar esa gracia, como diría Pablo: “Por gracia de Dios
soy lo que soy y su gracia no ha sido en vano en mí” (1Co 15, 10) y permitir
que entre día a día en nuestras vidas. Pablo, padre nuestro, enséñanos a ver
como viste a Cristo, a sentirlo tan dentro nuestro que lleguemos a decir:
"ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí" (Gál 2, 20).
Nov. Romaldo Moncada Bareño,
ssp
Nov. José Miguel
Villaverde Salazar, ssp
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