MI IDENTIDAD RELIGIOSA
(Segunda Parte)
Nov. José Miguel Villaverde Salazar, ssp
De la lectura: ¿Cuál es la identidad de la vida religiosa hoy?
El carisma fundacional hoy
“Reaviva el don que has recibido” (2Tm 1, 6) es lo que le pide el Apóstol
a su discípulo, fue también el versículo clave del Noveno Capítulo General de
la Sociedad de San Pablo. Sí, es necesario reavivar el don, el don que la
familia religiosa hereda de sus fundadores y de los que supieron decir que sí
en la primera hora fundacional.
Sí, urge retornar a las fuentes una y otra vez, mantener la fidelidad
creativa que se nos está pidiendo a gritos desde la época conciliar y que ahora
más que nunca es punto de controversia para muchos religiosos. ¿Para qué dar la
mirada al pasado? ¿Qué sentido tiene? No se trata, pues, de dar la mirada atrás
para imitar al pie de la letra la respuesta, ya que la respuesta fue dada en un
determinado contexto, los fundadores respondieron generosamente de acuerdo a su
tiempo, a lo que en él se vivía. Lo que sí hay que rescatar es el espíritu, lo
que es permanente.
Por ejemplo, cuando Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina,
inició la obra, eran otras las urgencias. Sí, se comenzó a dar a Cristo con los
medios de comunicación, pero en ese tiempo eran los medios de la época la radio,
la prensa y el cine; hoy lo son la internet, los medios digitales, etc y mañana
serán otros ¿Qué queda? La apertura de espíritu de un hombre que quiso llamar
paulinos y paulinas a los que dieran a Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida a
los hombres de su tiempo con los medios más rápidos. Queda el espíritu de un
profeta que se adelantó a su tiempo para dar respuestas y que hoy nos invita a
ser profetas también, a mantener el espíritu a tope, llenos del celo apostólico
de Pablo y responder al hombre con nuestro “ADN paulino”.
Se trata así, de actualizar el carisma fundacional, reinterpretarlo al
mundo de hoy, una tarea necesaria y desde ya vivificante.
Hombres de Dios para
los demás
¡Qué mejor reflejo del Buen Pastor es el de aquel o aquella que comenzaron
una obra sintiendo en carne propia el llanto de su pueblo! El religioso, sea de
clausura o de vida activa no ha de vivir de espaldas a sus hermanos. Sería
incoherente la razón de ser del religioso que se entregara por amor y se
cerraría por completo a dar su amor, a dar su vida a alguien, quedándose con un
anhelo de perfección egoísta.
Nuestros hermanos de vida monástica y contemplativa, por amor, no huyen
del mundo, sino que lo llevan en sus brazos con sus oraciones, con la decisión
firme y viril de dar la vida, de vivir entre el cielo y la tierra orando por
los suyos, diciéndole a un mundo que es cierto ese amor de Dios que lo renueva
todo, que lo supera todo.
Mientras que aquellos que nos decidimos por la llamada vida activa, nos
insertamos en el mundo, con nuestra gente para trabajar con ellos y por ellos,
para descubrir el rostro de Cristo sufriente en nuestro pueblo, para llevar con
nosotros al pobre de pan y de amor ¡No somos héroes! El religioso se siente
hermano, se siente deudor de un amor tan grande y solo le queda responder con
el amor de su debilidad transfigurado y agraciado con el amor de la fuerza de
Dios.
Desde la intimidad de Dios
Me permito comentar una experiencia que me fortalecía en mis primeros
años de formación: En estos primeros años colaboraba en las ferias de libro que
se realizaban en la capital. Sí, vender libros, promocionarlos, atender a los
clientes como lo hacían los colaboradores laicos con todo lo que esto traía.
Terminaba el día con ellos y llegaba a casa, quizá con menos preocupaciones que
las de ellos. Sin embargo, algo daba el sentido sobrenatural a este trabajo tan
“laico” según algunos, llegaba a la casa, entraba a la capilla comunitaria y de
rodillas agradecía a Dios por la jornada, aquel día había evangelizado,
entregaba al Maestro Divino, Señor de mi consagración, el día…una experiencia
personalmente sobrenatural.
Y es que aquel camino de vida interior al que nos llama el Dador de
nuestra vocación es siempre necesario, irremplazable. No se podría concebir a
un religioso que viva feliz sin ese espacio de intimidad integral con el Señor.
Aquí presento algunas las luces para fundamentar lo dicho: "Cuanto más se
abra el religioso a la dimensión contemplativa, más atento se volverá a las
exigencias del Reino... Tan sólo el que vive esta dimensión contemplativa sabe descubrir
los designios salvíficos de Dios en la historia y puede tener capacidad suficiente
para realizarlos con eficacia" afirma la Sagrada Congregación para los religiosos
e institutos seculares (Dimensión contemplativa de la vida religiosa, Ciudad del
Vaticano 1980, Pág. 65).
No podríamos dar lo que no tenemos ¿Cómo Teresa de Jesús pudo llevar a
cabo una reforma religiosa en un mundo gobernado por hombres? ¿Cómo Francisco
de Asís podía renunciar a todo haciéndose hermano universal de los demás? ¿De
dónde sacaba Don Bosco la paciencia o Alberione la inventiva? Sin duda de aquel
amor que se depositaba en todo su ser, de ese tú a tú con el Señor.
(Continuará...)
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