martes, 29 de enero de 2013


MARÍA EN MI VIDA

Nov. José Miguel Villaverde Salazar, ssp




Hablar de la presencia de María en mi vida, es hablar con propiedad de los momentos más puntuales de mi vida personal y cristiana. Nací en un hogar católico que contaba con una formación muy básica en la fe. Como mi vecindario pertenecía a la jurisdicción de una parroquia vicentina, había mucha devoción a la Virgen de la Medalla Milagrosa. María siempre era vista como Madre y una inalcanzable mujer. En este vecindario en el que transcurrí mi infancia, año a año se celebraba la fiesta de la Inmaculada ya que había una imagen de ella en el patio común, era un gran acontecimiento.

Fui bautizado el 24 de setiembre de 1994, día de la Virgen de las Mercedes, patrona de las armas en Perú, fue el inicio concreto de mi vida cristiana con María. De aquí en adelante podría resultar “coincidencia” todo lo que he de escribir, igual lo hago, siento ello parte de mi fe mariana.

No fui muy devoto de María, no al punto de venerarla tanto que la ponga al costado de Jesús, siempre me pareció exagerado el que se le llame corredentora, mediadora, etc. O que se diga “soy católico porque creo en la Virgen”. No era muy devoto del rosario, no le encontraba sentido, hasta ahí, mi fe mariana no tenía mucho significado.

En 2001, comencé a frecuentar con asiduidad la parroquia en el mes de mayo, porque unos amigos iban a hacer el rosario a la Virgen, yo iba en son de hacer vida social, pero poco a poco siento que ella me movió a la vida parroquial y de ahí a las inquietudes vocacionales. Fue en ese mes de mayo en que comencé a servir en el altar y comenzó cierto cariño a María Auxiliadora, un año después comenzaría una novena a María bajo esta advocación la cual no he abandonado hasta hoy. Luego llegaría la devoción guadalupana, la cual hasta ahora me ha ayudado en mi tarea misionera.

Cual florecilla franciscana, el día de mi cumpleaños número 22, vi una imagen suya en una librería, no tenía dinero para comprarla y la señora de aquel lugar me tomó de la mano y tras una oración me dijo: “no hay hijo sin madre”, y me regaló la imagen, esa imagen era la de Nuestra Señora de la Divina Providencia, patrona de Puerto Rico y cuya memoria se celebra el 19 de noviembre. Aquella imagen fue providencial ciertamente, días después pasaría por un momento doloroso de mi vida: ella estuvo allí para acompañarme.
El 3 de setiembre de 2009, ignorando yo que fuera día de la Madre del Buen Pastor, decidí comenzar mi proceso de discernimiento con la Sociedad de San Pablo, camino que se concretó el 11 de febrero, día de la Virgen de Lourdes, con mi aceptación al aspirantado en la comunidad de Lima. ¿Una fecha mariana más que coincida con mi vida? Sí, nuevamente el 3 de setiembre la Madre del Buen Pasto me bendijo, ese día fui aceptado en el noviciado paulino.

¿Coincidencias? No lo sé, mi fe apunta a una protección suya a donde quiera que vaya. Hoy veo a María como Apóstol, como mujer íntegra, llena de vida, ejemplo de misionero y sobre todo Madre, siento su compañía, por ello me he empecinado en llevar con más frecuencia el rosario en mis oraciones. Ella me recuerda a mi Madre, sé que la cuida, como cuida mis apostolados y el camino que he tomado.

GRACIAS, MAMÁ Y REINA

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