MARÍA EN MI VIDA
Nov. José Miguel
Villaverde Salazar, ssp
Hablar de la presencia de María
en mi vida, es hablar con propiedad de los momentos más puntuales de mi vida
personal y cristiana. Nací en un hogar católico que contaba con una formación
muy básica en la fe. Como mi vecindario pertenecía a la jurisdicción de una
parroquia vicentina, había mucha devoción a la Virgen de la Medalla Milagrosa.
María siempre era vista como Madre y una inalcanzable mujer. En este vecindario
en el que transcurrí mi infancia, año a año se celebraba la fiesta de la
Inmaculada ya que había una imagen de ella en el patio común, era un gran
acontecimiento.
Fui bautizado el 24 de setiembre
de 1994, día de la Virgen de las Mercedes, patrona de las armas en Perú, fue el
inicio concreto de mi vida cristiana con María. De aquí en adelante podría
resultar “coincidencia” todo lo que he de escribir, igual lo hago, siento ello
parte de mi fe mariana.
No fui muy devoto de María, no al
punto de venerarla tanto que la ponga al costado de Jesús, siempre me pareció
exagerado el que se le llame corredentora, mediadora, etc. O que se diga “soy
católico porque creo en la Virgen”. No era muy devoto del rosario, no le
encontraba sentido, hasta ahí, mi fe mariana no tenía mucho significado.
En 2001, comencé a frecuentar con
asiduidad la parroquia en el mes de mayo, porque unos amigos iban a hacer el
rosario a la Virgen, yo iba en son de hacer vida social, pero poco a poco
siento que ella me movió a la vida parroquial y de ahí a las inquietudes
vocacionales. Fue en ese mes de mayo en que comencé a servir en el altar y
comenzó cierto cariño a María Auxiliadora, un año después comenzaría una novena
a María bajo esta advocación la cual no he abandonado hasta hoy. Luego llegaría
la devoción guadalupana, la cual hasta ahora me ha ayudado en mi tarea
misionera.
Cual florecilla franciscana, el
día de mi cumpleaños número 22, vi una imagen suya en una librería, no tenía
dinero para comprarla y la señora de aquel lugar me tomó de la mano y tras una
oración me dijo: “no hay hijo sin madre”, y me regaló la imagen, esa imagen era
la de Nuestra Señora de la Divina Providencia, patrona de Puerto Rico y cuya
memoria se celebra el 19 de noviembre. Aquella imagen fue providencial
ciertamente, días después pasaría por un momento doloroso de mi vida: ella
estuvo allí para acompañarme.
El 3 de setiembre de 2009,
ignorando yo que fuera día de la Madre del Buen Pastor, decidí comenzar mi
proceso de discernimiento con la Sociedad de San Pablo, camino que se concretó
el 11 de febrero, día de la Virgen de Lourdes, con mi aceptación al aspirantado
en la comunidad de Lima. ¿Una fecha mariana más que coincida con mi vida? Sí, nuevamente
el 3 de setiembre la Madre del Buen Pasto me bendijo, ese día fui aceptado en
el noviciado paulino.
¿Coincidencias? No lo sé, mi fe
apunta a una protección suya a donde quiera que vaya. Hoy veo a María como
Apóstol, como mujer íntegra, llena de vida, ejemplo de misionero y sobre todo
Madre, siento su compañía, por ello me he empecinado en llevar con más
frecuencia el rosario en mis oraciones. Ella me recuerda a mi Madre, sé que la
cuida, como cuida mis apostolados y el camino que he tomado.
GRACIAS, MAMÁ Y REINA
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